viernes, 15 de marzo de 2013

vida


-Se acuerda de la infancia cuando escucha a la Violeta -se ríe Isabel-. Es al revés.
-Entonces a las personas mayores que en esos tiempos tenían veinte años eso les recuerda la ocupación de una escuela, pero también una familia, unos parientes -continúa Trenca.
-Es una vida, porque fue demasiado largo el exilio -agrega la cantante-. Se puede decir fuimos privilegiados, porque ¿qué teníamos que ofrecer a esta gente que nos apoyaba y nos amaba? Música. Eso también era un privilegio: mostrarte en tu dolor, pero crear música, canciones, que era súper apreciado. Nos permitió devolver eso que recibíamos: tú me das amor y me aceptas en tu casa y me das cariño, y yo te doy música y te quiero. Y eso era en todas las ciudades y en todos los países. Creo que nunca en mi vida he estado en más casas que en ese período: casas de chilenos, de suecos, de gringos, durmiendo en el suelo, hasta en clósets dormimos.







Francia


-Todo esto estaba determinado por la solidaridad con Chile, con América Latina. Pero ojo: tú tenías que responder a esa solidaridad. A esta solidaridad había que responder con calidad, con arte, con lo que se necesita para estar parada en un escenario de Europa. Que no es llegar y decir "Yo tengo mucha pena, así que escúchenme". Y estaba la historia de la Violeta, la historia de Víctor Jara, entonces había que estar a la altura de eso.
-Además porque las canciones son muy bellas -agrega Roberto Trenca, joven músico napolitano conocedor de primera fuente de ese movimiento, quien grabó con Isabel Parra el disco Continuación (2007) y que está de regreso en Santiago en estos días-. Cuando se acabó la cuestión política se quedaron los recuerdos, en Francia, en Italia, y se empiezan a recordar esas canciones en un sentido nostálgico, no político. Son canciones que me recuerdan la infancia.











martes, 12 de marzo de 2013

Santiago


Y aunque Santiago y Patricia quedaron más que satisfechos con la muestra, no dejan de resaltar que uno de los grandes inconvenientes fue conseguir las piezas, pues “entidades públicas, como el Instituto Caro y Cuervo, que posee colecciones públicas, no quisieron prestar piezas que son del patrimonio nacional. Esa especie de celo o egoísmo es una gran frustración de la muestra”, afirma Santiago.

Por fortuna, para contrarrestar estos vacíos, contaron con el apoyo del artista de Medellín Rafael Castaño, que desde hace 20 años recoge de la basura juguetes viejos. “Entonces, mezclamos eso con las colecciones del Banco de la República y de otros y así logramos armar esta, que es la primera muestra dedicada a la infancia que se ve en el país”, concluye Patricia.